Traducción al español del artículo del profesor John F. Kihlstrom publicado originalmente en inglés con el título de «Rants and Raves»
Para entender y divulgar la terminología usada por psicólogos y terapeutas, nadie mejor que una profesional de la Salud Mental. Por eso nuestra alumna en prácticas Carmen, psicóloga colegiada, gratuitamente, ha traducido de Inglés a Español este artículo en el que se tratan muchas cuestiones sobre la profesión de psicólogo . El artículo original «Rants and Raves», publicado originalmente por John F. Kihlstrom puede leerse en https://www.ocf.berkeley.edu/~jfkihlstrom/rants.htm
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A continuación, mostramos comentarios ocasionales y, en gran parte, informales sobre cuestiones relacionadas con la psicología como disciplina y profesión, incluidas las cuestiones de política de salud mental, empezando con una especie de haiku:
No escribo en un blog
No tuiteo. No estoy en Facebook
Ni en LinkedIn.
INDICE
Cuando estaba en la Universidad Colgate (1966-1970), me uní a una fraternidad; las casas griegas eran la base de la vida social del campus y Colgate, en ese momento, no ofrecía mucho en lo que respecta a vivienda para los estudiantes «no afiliados» de las clases altas (ahora ha mejorado bastante, en parte porque ha comprado las casas en sí y prácticamente ha abolido el sistema griego, lo cual es una buena noticia). Pero no era el tipo de fraternidad que estáis pensando: albergaba una ecléctica colección de nadadores, liberales y gays (aunque estos últimos estaban bastante escondidos), y no se elegía por medio del sistema de la bola negra: los nuevos miembros eran elegidos al azar entre los estudiantes de primer año interesados. Tampoco había novatadas; en su lugar, a cada nuevo miembro se le asignaba una tarea para realizar. Colgate separó los semestres con un «Período de estudios especiales de enero», ahora abandonado, en el que los estudiantes perseguían algún proyecto individual o grupal bajo los auspicios de un miembro de la facultad. Yo estaba profundamente involucrado en la música (cantaba como bajo en el Glee Club, tocaba corno francés en la orquesta), y también muy involucrado en la Iglesia Episcopal, y se me metió en la cabeza que compondría una misa. En un mes. Sin ningún conocimiento particular de teoría musical, aunque me compré el tratado de Walter Piston sobre orquestación. Era una idea completamente estúpida, y el producto final era execrable. Pero es un tributo a Colgate y a Donald Wheelock (que ahora enseña en Smith), el profesor de música que supervisó el proyecto con buen humor y me dio libertad.
De todos modos, cuando los miembros más antiguos se enteraron de esto, se me asignó componer una canción como proyecto de compromiso sobre el tema «Racoon Shit Is Blue” (La mierda de mapache es azul, al fin y al cabo era una fraternidad y eran los años 60). Terminé componiendo solo el estribillo, que cantábamos con la melodía de «Smoke Gets in Your Eyes» (originalmente escrita por Jerome Kern y Otto Harbach, y popularizada por The Platters):
They asked me how I knew My true love was true I of course replied, «Something here inside Cannot be denied» They said someday you’ll find All who love are blind When your heart’s on fire You must realize Smoke gets in your eyes So I chaffed them and I gaily laughed To think they could doubt my love Yet today, my love has flown away I am without my love Now laughing friends deride Tears I cannot hide So I smile and say, «When a lovely flame dies, Smoke gets in your eyes» Smoke gets in your eyes They asked me how I knew Raccoon shit was blue I looked up and said, «Horseshit you’ve been fed, Raccoon shit is red» They threw me on my ass Out upon the grass Saying «Join us too, Join the motley crew, Raccoon shit is blue» Through the day and through the night We kept discussing All the time omitting facts And mostly cussing Now, sadly I replied «This I can’t abide, I just can’t agree With what you just said, Raccoon shit is red» | Me preguntaron cómo supe Que mi verdadero amor era verdadero Yo, por supuesto, respondí, «Algo aquí dentro No se puede negar» Dijeron que algún día verás Que todos los que aman son ciegos Cuando tu corazón está en llamas Debes darte cuenta De que el humo se te mete en los ojos Así que los rocé y me reí alegremente… Pensar que podrían dudar de mi amor Sin embargo, hoy, mi amor se ha ido volando Estoy sin mi amor Ahora los amigos se burlan Lágrimas que no puedo ocultar Así que sonrío y digo, «Cuando una hermosa llama muere, El humo se te mete en los ojos» El humo se te mete en los ojos. Me preguntaron cómo lo supe. La mierda de mapache era azul Miré hacia arriba y dije, «Mierda de caballo» te han dado, La mierda de mapache es roja» Me tiraron a la basura… Afuera en la hierba Diciendo: «Únete a nosotros también, Únete a la variada tripulación, La mierda de mapache es azul» Durante el día y la noche Seguimos discutiendo Todo el tiempo omitiendo hechos Y sobre todo maldecir Ahora, tristemente respondí «Esto no lo puedo soportar, No puedo estar de acuerdo Con lo que acabas de decir, La mierda de mapache es roja» |
Hubo un tiempo en que los académicos se enviaban cartas solicitando reimpresiones de artículos de revistas. Pues ya no se hace tanto. La mayoría de los artículos de revistas están disponibles en línea, y la mayoría de las pocas solicitudes de reimpresión que los académicos reciben ahora llegan por un prosaico correo electrónico. Pero de vez en cuando, recibes una solicitud de reimpresión que te resulta tan llamativa que decides conservarla. Enlace a algunas de mis favoritas.
Enlace a una carta al editor publicada en el New York Times (15 de diciembre de 2001) y comentario ampliado.
Enlace a una carta al editor del Wall Street Journal (enviada el 20 de junio de 2002).
Una idea muy mal concebida. Enlace a PDF.
El 13 de enero de 2005, hice circular un mensaje a tres listservs, la Sociedad de Psicólogos Experimentales, la Sociedad para la Ciencia de la Psicología Clínica y la Sociedad de la Psicología Social y de la Personalidad, invitando a los miembros de la lista a contribuir con listas cortas de libros de texto recordados con cariño, que tal vez les cambiaron la vida o su carrera profesional, y que leyeron ya sea como estudiantes universitarios o de posgrado, junto con una o dos frases sobre el efecto que tuvieron en ellos. Enlace a los resultados de la encuesta.
¿La neurociencia limita la teoría psicológica y social? Enlace a un comentario publicado en Dialogue, el boletín de SPSP (2006).
En cuanto a mi capítulo en el volumen Evidence-Based Practices in Mental Health (Prácticas Basadas en la Evidencia en Salud Mental), algunas personas han escrito para cuestionar mi fuerte posición a favor de las PBE.
Persona #1: Soy un estudiante de posgrado y estoy leyendo Evidence-Based Practices in Mental Health. Al leer su artículo, titulado “Scientific Research” (Investigación científica), me surgieron algunas preguntas que espero pueda responder.
Usted afirma que hasta hace muy poco la profesión médica contaba con pocos tratamientos efectivos para las enfermedades, por lo que la mayoría de los tratamientos eran de naturaleza paliativa, implicando que este tratamiento no es efectivo y ciertamente no se respeta. Por supuesto, lo ideal sería que los tratamientos tanto en la profesión médica como en la psicológica «curaran» a los pacientes, pero a menudo no es posible. Cuando ese es el caso, ¿por qué no es beneficioso recibir cuidados paliativos para dolencias físicas o mentales?
No quiero dar a entender que los tratamientos paliativos no sean eficaces y no se respeten. Cuando una enfermedad es incurable, la paliación es un enfoque posible. Pero creo que el objetivo de la medicina, incluyendo la salud mental, debería ser ir más allá de los paliativos; curar la enfermedad cuando sea posible, y cuando no lo sea, maximizar el alivio de los síntomas; ayudar activamente al paciente a vivir con su enfermedad crónica, y promover la rehabilitación cuando sea apropiado. En muchos casos, podemos hacer mucho más aparte de proporcionar cuidados paliativos, y cuando es el caso, debemos hacerlo. Y creo que cuando se eligen los cuidados paliativos, el proveedor tiene la obligación de asegurarse de que el tratamiento realmente… bueno, palia. Así que incluso en el caso de los cuidados paliativos, necesitamos que los PBE hagan una elección racional entre las opciones de tratamiento en el mejor interés del paciente. Los tratamientos paliativos que funcionan son beneficiosos. Los tratamientos paliativos que no funcionan no lo son, y deben abandonarse.
Usted afirma que las compañías de seguros y los cuidados administrados tendrán más probabilidades de reembolsar a los clientes por servicios que se ha comprobado que son PEB o EST, sin embargo la cobertura de la atención al hospicio está ampliamente disponible. En aproximadamente 47 estados tanto Medicare y Medicaid como muchos otros proveedores privados proporcionan esta atención. Si los cuidados paliativos están cubiertos para las dolencias médicas, ¿por qué no lo están para las dolencias mentales?
Sí, pero la atención al hospicio es una medida extrema para aliviar la situación de un paciente moribundo para el que no se puede hacer nada más. Excepto el suicidio, nadie muere por enfermedad mental, así que los cuidados paliativos no son una buena analogía. La tarea principal de cualquier doctor es no causar daño; su segunda tarea es lograr que el paciente esté bien, o al menos mejor. Ahora bien, puede ser que en algunos casos de enfermedad mental crónica, la hospitalización a largo plazo sea la mejor alternativa para el paciente, y estos costos deben ser reembolsados por terceros, al igual que lo sería la hospitalización a largo plazo para, por ejemplo, la poliomielitis o la tuberculosis (queda claro ahora que fue un error vaciar los hospitales psiquiátricos estatales, en lugar de mejorar las condiciones de los pacientes alojados en ellos). Pero incluso en ese caso, creo que existe la obligación de desplegar PBE dirigidas a la gestión y la rehabilitación (que es lo que se debería haber hecho).
También afirma que los valores del paciente son importantes, pero no tan importantes como la evidencia científica. Estoy muy en desacuerdo con esta afirmación. Los pacientes tienen derecho a buscar cualquier tratamiento médico que deseen. En este país se recurre tanto a la medicina oriental como la occidental. ¿Por qué no puede haber también múltiples tipos de terapias? ¿Cómo es que la opinión del cliente en términos de su mejoría no es el marcador más válido de la mejoría?
Me atengo a mi declaración. Los pacientes tienen derecho a buscar cualquier tratamiento que deseen y a pagarlo de su propio bolsillo; pero los proveedores tienen la obligación de proporcionar tratamientos que sean efectivos, y los terceros pagadores no tienen la obligación de pagar por tratamientos que no sean efectivos.
Mi posición es muy simple: la condición de la psicología clínica como profesión, incluida su autonomía respecto de la psiquiatría y su elegibilidad para recibir pagos de terceros, depende de su adhesión a su base científica. O, dicho de otro modo: si alguien tuviera cáncer o una enfermedad cardíaca, insistiría en que su médico pruebe un método probado. ¿Por qué alguien trataría su mente de manera diferente a su cuerpo?
La persona #2 escribió: «En su revisión de 2006 de PsycCRITIQUES del volumen Evidence Based Practices in Mental Health, Sher expresó su preocupación por la falta del punto de vista del consumidor…» También adjuntó un manuscrito que discute los ensayos clínicos desde un punto de vista estadístico y del consumidor.
Ken Sher tiene razón en que el libro no contenía explícitamente una expresión del punto de vista del consumidor, pero pensé que al menos abordaba algunos temas orientados al consumidor en mi contribución, donde discutía el marco de Rosenblatt/Atkisson para evaluar los resultados (p. 29). La implicación de su «cubo» es que en realidad hay muchos consumidores diferentes de servicios de salud mental, no solo el paciente individual, y cada uno de ellos probablemente evalúa el resultado del tratamiento según criterios diferentes.
«Hay muchas cuestiones orientadas al consumidor relacionadas con la psicoterapia y la práctica basada en pruebas; algunas se mencionaron muy brevemente en el volumen, pero se trata de una esfera muy amplia que merece mucho más debate, tal vez en la medida de un volumen propio. Por ejemplo, el documento de Rosenblatt/Attkisson aborda estas cuestiones para las enfermedades mentales graves, que es muy diferente de las cuestiones más ordinarias que un psicólogo clínico típico trata en la práctica diaria. Como menciono en mi primer párrafo, «Ningún cliente puede esperar representar a todos, pero a este cliente le gustaría hacer algún comentario sobre el volumen con la esperanza de que pueda ser considerado seriamente al menos por algunos en la profesión de la salud mental». Como verán, una de las formas en que no soy un cliente típico es que tengo una base estadística y científica decente, y por consiguiente planteo cuestiones de validez estadística en los ensayos clínicos».
Estoy de acuerdo en que los ensayos clínicos plantean algunas cuestiones estadísticas difíciles, personificadas por la diferencia entre la importancia estadística y clínica, y el hecho de que estamos tratando con resultados promedio, lo que puede ocultar el hecho de que incluso un tratamiento eficaz no funciona para todos los que lo reciben. Pero estos problemas no deberían servir como excusa para no hacer nada acerca de la base científica de la práctica clínica, que, francamente, es la posición que adoptan una serie de figuras líderes en la Asociación Americana de Psicología, algunas de las cuales son autores del libro de Norcross. Como he dicho muchas veces, la psicología clínica debe su estatus profesional, incluyendo su autonomía de la psiquiatría y su elegibilidad para pagos a terceros, a la suposición de que sus prácticas están justificadas por una base científica firme. Pero muchos de los líderes de la psicología clínica quieren practicar el negocio como de costumbre.
Defenderé el cubo Rosenblatt/Atkisson como modelo para representar los intereses de los consumidores en la PEB. Sí, se centran en las enfermedades mentales graves, pero su principio básico es que en cualquier caso de enfermedad mental hay un número de consumidores diferentes: el propio paciente, su familia, su empresa y sus compañeros, los vecinos y la comunidad en general, todos los cuales tienen un interés en que el paciente se mejore. Sea quien sea que sea el consumidor, comenzando por el paciente, sus intereses se satisfacen mejor al proveer servicios efectivos y rentables. Y la única manera que tenemos de identificar esos servicios es la investigación científica, modelada en ensayos clínicos.
Enlace a algunos comentarios sobre el «padrino» de la psicología cognitiva, que murió el 17 de febrero de 2012.
El 14 de julio de 2012, envié la siguiente carta al editor del New York Times Book Review, relativa a una reseña de Daniel Menaker sobre el Free Will (Voluntad libre) de Sam Harris. Nunca fue publicada, lo que planteaba sigue siendo importante.
Daniel Menaker parece demasiado dispuesto a aceptar la conclusión de Sam Harris de que el la voluntad libre es una ilusión y ni siquiera una ilusión necesaria («Have It Your Way», 15 de julio de 2012). Pero la ciencia relevante no apoya el punto de vista de Harris. Benjamin Libet ya no está vivo para defender su experimento, pero las últimas pruebas indican que sus resultados fueron totalmente un artefacto de sus procedimientos. Y mientras que una gran cantidad de pruebas en la psicología cognitiva y social muestra que los procesos automáticos e inconscientes desempeñan algún papel en nuestra experiencia, pensamiento y acción, ninguna de ellas demuestra que abrumen al control consciente. Así que los argumentos de Harris sobre la voluntad libre se basan más en la ideología que en la evidencia. La forma en que funciona la voluntad libre es, de hecho, un problema para los neurocientíficos. Pero nunca lo resolverán mientras sigan negándolo.
Duncan y yo no teníamos mucho en común: al fin y al cabo, apenas puedo hacer una prueba de T. Pero fue un gran compañero durante mi tiempo en Harvard. Me designaron al área de Estudios del Desarrollo y la Personalidad en un momento en que el Departamento se estaba recomponiendo y esas distinciones institucionales todavía significaban algo. Pero el único espacio de oficina disponible estaba en el 9º piso de William James Hall. Una gran oficina en la esquina, y yo estaba feliz de tenerla, pero estaba incrustada en el Laboratorio de Psicofísica, donde me sentía un poco como pez fuera del agua. Tal vez fue la Penn Connection, pero Duncan y Dave Green (y Douwe Yntema y Edwin Newman) fueron muy amables y me brindaron mucho apoyo, e incluso me invitaron a sus celebraciones del Día de Fechner, que tuvieron lugar el 19 de abril. Más tarde, después de haber dejado Harvard, tuve el privilegio de trabajar con Duncan en un proyecto de la NRC para identificar los «Extremos de la Ciencia Social y del Comportamiento». Allí aprendí cuán amplios eran los intereses de Duncan; resultó que teníamos más en común de lo que había imaginado al principio.
La siguiente carta al editor fue publicada, en forma editada, en The Economist (14/04/2018). El instituto en cuestión era el Horseheads High School, donde me gradué en 1966, y el coro en cuestión estaba dirigido por Joseph Crupi (yo era tenor, luego barítono y luego bajo). Como muchos coros de escuelas americanas, cantamos muchas canciones espirituales, y música «folk», para familiarizarnos con la herencia musical de América, un aspecto de la alfabetización cultural, por desgracia, que está siguiendo rápidamente el camino de la paloma mensajera dado el énfasis actual en las asignaturas de ciencia y tecnología.
Su artículo sobre Martin Luther King, «Like a Mighty Stream» (“Como una poderosa corriente”, 31 de marzo de 2018), explica que MLK tomó prestada la frase «Free at last! Free at last! Thank God almighty we are free at last!” (¡Libre al fin! ¡Libre al fin! ¡Gracias a Dios todopoderoso somos libres al fin!) de una novela de 1939 de Zora Neale Hurston, en lugar de ser «una vieja canción espiritual negra». Pero el coro de mi escuela secundaria (todos blancos, de la zona rural del norte del estado de Nueva York) cantó esa canción espiritual (entre otras) en el año académico 1962-1963, y se remonta a la recopilación de 1907 de John Wesley Work del cancionero negro americano American Negro Songs: New Jubilee Songs y Folk Songs of the American Negro. Lo más probable es que la misma Hurston la obtuviera de allí.
En enero de 2019, Russ Poldrack, de la Universidad de Stanford, publicó una consulta en el servidor de listas de la Sociedad de Investigación de Trastornos de la Memoria sobre el clásico artículo de Ernst Clapraede «Recognition et moiiete (1911)». En respuesta, hice un pequeño apunte en el hilo siguiente.
El artículo de Claparede de 1911 fue traducido por primera vez por David Rapaport (Claparede, 1911/1951), y publicado en su antología, Organization and Pathology of Thought (Organización y Patología del Pensamiento, Rapaport, 1950). Rapaport era un ego-psicólogo psicoanalítico que intentó valientemente integrar el psicoanálisis en la psicología científica, y estaba particularmente interesado en lo que podíamos aprender de la psicopatología (incluidos los síndromes neurológicos) sobre la vida mental normal. El libro es una verdadera joya, y probablemente se puede encontrar en la mayoría de las bibliotecas académicas que no han retirado sus libros para hacer espacio a ordenadores y cafeterías.
La traducción de Rapaport no estaba completa, lamentablemente, por lo que Bill Banks encargó una traducción completa, por Anne-Marie Bonnel y Bernie Baars (Claparede, 1911/1995), que fue incluida en un número especial de Consciousness and Cognition dedicado a la memoria implícita (Banks, 1995). Aviso de autopromoción: la nueva traducción iba acompañada de un comentario de un servidor (Kihlstrom, 1995), tal vez porque Bill sabía que me había basado mucho en Claparede para mi ponencia del Simposio de Carnegie de 1993 sobre el papel del yo en la conciencia y la memoria explícita (Kihlstrom, 1997).
En un segundo número especial sobre la memoria implícita (W.P. Banks, 1996) publicó la primera traducción de un trabajo de Korsakoff (Korsakoff, 1889a/1996) que había sido citado por Dan Schacter (Schacter, 1987) como la primera mención a la memoria implícita preservada en la amnesia. Bill hizo la traducción (junto a Sandra Jade Karam), y escribió el comentario que la acompañaba (W. P. Banks, 1996).
Es bueno tener una traducción completa del artículo de Claparede, aunque lamento el cambio de título. «Selfhood» puede ser técnicamente correcto (no sé francés), pero «me-ness» tiene más… más… je ne sais quoi.
Por alguna razón, la versión C&C de Claparede y Korsakoff no aparece si buscas en PsycInfo (aunque la de Rapaport, sí). Tampoco los prefacios de Bill a los dos números especiales.
He realizado una comparación párrafo a párrafo (no frase a frase; tengo mis límites) de las traducciones en la antología de Rapaport y en Consciousness & Cognition. Hay diferencias en la división en párrafos, pero no puedo encontrar nada en la versión de C&C que no esté en la versión de Rapaport. Al contrario: no solo la versión C&C carece de las extensas notas de Rapaport (no es una sorpresa), sino que también, aparentemente, carece de un par de notas a pie de página (a referencias) que aparecieron en el original. Para propósitos académicos, recomendaría la versión de Rapaport, solo por sus eruditas e iluminadoras notas.
Banks, W. P. (1995). “Implicit Memory”. Consciousness & Cognition, 4(4), 369-370. doi: https://doi.org/10.1006/ccog.1995.1043
Banks, W. P. (1996). “Implicit memory, Part 2”. Consciousness & Cognition, 5(1), 1. doi: https://doi.org/10.1006/ccog.1995.1043
Banks, W. P. (1996). “Korsakoff and amnesia”. Consciousness & Cognition, 5, 22-26. doi: http://dx.doi.org/10.1006/ccog.1996.0003
Claparede, E. (1911/1951). [“Recognition and me-ness”]. En D. Rapaport (Ed.), Organization and pathology of thought: Selected sources (págs. 58 a 75). Nueva York: Columbia University Press.
Claparede, E. (1911/1995). “Recognition and selfhood”. Consciousness & Cognition, 4(4), 371-378. doi: https://doi.org/10.1006/ccog.1995.1044
Kihlstrom, J. F. (1995). “Memory and consciousness: An appreciation of Claparede and Recognition et Moiite”. Consciousness & Cognition: An International Journal, 4(4), 379-386. doi: http://dx.doi.org/10.1006/ccog.1995.1045
Kihlstrom, J. F. (1997). “Consciousness and me-ness”. En J. D. Cohen & J. W. Schooler (Eds.), Scientific approaches to consciousness (pp. 451-468). Mahwah, N.J.: Erlbaum.
Korsakoff, S. S. (1889a/1996). “Medico-psychological study of a memory disorder”. Consciousness & Cognition, 5(1-2), 2-21. doi: http://dx.doi.org/10.1006/ccog.1996.0002
Rapaport, D. (Ed.). (1950). Organization and pathology of thought. Nueva York: Columbia University Press.
Schacter, D. L. (1987). “Implicit memory: History and current status”. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory, and Cognition, 13, 501-518. doi: http://dx.doi.org/10.1037/0278-7393.13.3.501
Durante seis años en Berkeley, me turné para enseñar un curso sobre «Enseñanza de la Psicología«, obligatorio para todos los estudiantes graduados antes de que pudieran ejercer como asistentes a la docencia (los llamábamos «Instructores de Estudiantes Graduados»). En ese curso, describí los placeres y el valor instructivo de la lectura de sátiras académicas, aunque, a mi pesar, no asigné realmente ninguna de ellas para su lectura (siempre tuve una de ficción en mis cursos de grado de la división superior: Pensamientos secretos… de David Lodge para mi curso sobre Conciencia, y El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon para mi curso de Cognición Social).
Para que conste, aquí están algunos de mis favoritos:
– Hombre heterosexual de Richard Russo
– Intercambios, El mundo es un pañuelo y ¡Buen trabajo! (la «Trilogía del campus») de David Lodge (también incluiría Pensamientos secretos…)
– Los verbos irregulares en portugués de Alexander McCall Smith (más las secuelas)
– Moo de Jane Smiley
– La suerte de Jim de Kingsley Amis
Y luego está Stoner (1965) de John Williams. No es exactamente una sátira, sino una representación mucho más oscura, casi existencialista de la vida académica.
Desde la primera página del libro:
William Stoner… no superó el rango de profesor asistente, y pocos estudiantes lo recordaron con agudeza después de haber asistido a sus clases. Cuando murió, sus compañeros contribuyeron de forma conmemorativa con un manuscrito medieval a la biblioteca de la Universidad… Un estudiante ocasional que se topa con el nombre puede preguntarse ociosamente quién era William Stoner, pero rara vez persigue su curiosidad más allá de una pregunta casual. Los compañeros de Stoner, que no le tenían en especial estima cuando estaba vivo, hablan de él muy esporádicamente; para los mayores, su nombre es un recordatorio del final que les espera a todos, y para los más jóvenes es simplemente un sonido que no evoca ninguna idea del pasado ni ninguna identidad con la que puedan asociarse a sí mismos o a sus carreras.
Y desde casi la última página, mientras Stoner se está muriendo:
Desapasionadamente, razonablemente, contempló el fracaso que su vida debe parecer…
Aun así,
Un sentido de su propia identidad le llegó con una fuerza repentina, y sintió su poder. Era él mismo, y sabía lo que había sido.
[Nota del Traductor]
Esta traducción de inglés a español ha sido realizada por Carmen Batet, graduada en Psicología. En este artículo se describen algunos de los puntos de vista que tienen en Estados Unidos sobre la salud mental, las psicopatologías, la función del terapeuta, algunos trastornos mentales y la aportación de algunos autores como Neisser, Libet o Rapaport . Carmen está realizando estudios en la universidad de Barcelona y participa en nuestro programa de formación Ibidem Group Translation Academy realizando traducciones de todo tipo de textos sobre psicología, psiquiatría, neuropsicología y coaching. La traducción de este artículo ha sido realizada de forma totalmente gratuita y con interés divulgativo y académico. ¡Gracias por leernos!
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